La historia que contaré a continuación empezó en el verano del año 97, en esos tiempos en que vivíamos todos juntos en casa de mi abuela. Cuando todo era felicidad y tranquilidad, cuando mi vida empezaba con un desayuno riquisimo a manos de mi abue y terminaba cuando Karina y Timoteo me decía que vayan a dormir.
Ese verano fue diferente, en ese verano recibimos en casa una motita color caramelo, un pedazito que apenas entraba en nuestras manos. Era una mascota, un cachorrito, un perrito de ojitos tristes. Mi adorado Brando. Llegó y solo se dedicó a darnos lecciones de vida y a enseñarnos a ser felices con tan solo verlo todos los días.
En esa época también teníamos gatos, muchos. Porque mi hermana recogió dos pequeñitas de la basura. Titina y Panshona, quién diría con el pasar del tiempo se volvieron hermanas políticas de Brando. Compartían de todo, desde la cama hasta sus platos de agua. Así era nuestra vida siempre acompañados de animalitos que nos estimulaban un instinto de protección increible pero sobretodo calaron tan hondo en nuestros corazones que siempre fueron y son parte de nuestra familia y de cada anécdota de nuestras vidas.
Si algún día alguien me pregunta si existe el perro perfecto, ese es mi Brando. Él fue tan obediente, tan inteligente. Aprendió desde pequeño a dar la pata también me las ingenié para que sepa dar abrazos. Nunca jamás hizo popo en la casa, siempre supo pedir para orinar en el parque. Nunca desobedecía lo que le pedíamos, salvo que choquemos con su mueble preferido. Tuvo siempre un rol de padre con las demás mascotas, vivía enamorado de nuestra labradora llamada Fagira y al mismo tiempo vivía acosado por la boxer de nuestra vecina Zoilita. Brando siempre fue respetado en nuestro barrio, era uno de los más grandes y sobretodo uno de los más "mecheros". El único defecto de Brando ó mejor dicho su única mala costumbre fue fugarse, veía puerta abierta y pegaba la carrerita. Y ya nos veian a media familia corriendo tras de él, cual maratón de RPP. Yo renegabaaa durísimo!!! Incluso en una oportunidad me dejó tirada en donde dejaban la basura, porque ese Brando tenía una fuerza de 4 caballos juntos. Una cosa de locos mi viejito. No se perdía momento alguno, siempre en los cumpleaños y en las ocasiones más especiales. Tomaba sus baños en una tina celeste y se secaba en el sol del parque, mi Brando siempre sencillo, siempre fue único. Unico porque fue leal hasta el fin. Jamás enfermaba, siempre desayunaba queso fresco y rosquitas, almorzaba higado y pollo en una sopa especial y casi no cenaba salvo que escucháse que rompiéramos las bolsitas de los palitos de anis. Brando no era perro de veterinaria, siempre fue un perro de casa y de barrio. Lider en su totalidad. Amable con todos excepto con los desconocidos. Odiaba que le toquen la cola y amaba que le soben las orejas.
Brando tuvo una mejor amiga llamada Pelada. Nuestra gatita rubia de ojos verdes que vivió 15 años, recién partió este año en junio aproximadamente. Brando y Pelada eran inseparables, dormían juntos y aunque Pelada era media agresiva con Brando, él siempre la perdonaba. Siempre le lamía la orejita. El día que Brando se perdió (el muy bandido nos tuvo en ascuas 4 días), Pelada estaba deprimida hasta que en la madrugada nuestra gatita avisó por la ventana que Brando había aparecido y que estaba desmayado en la puerta (jajaja) suena gracioso, pero fue tal cual lo estoy contando. Fue por Pelada que en casa todos se dieron cuenta que algo sucedía y era efectivamente que Brando había llegado (siendo las 4 am y con una deshidratación letal). Mi abuelita me contó que la gata le dió dos "izquierdazos" (osea arañazos) y de seguro que fue por la malcriadez de Brando. Cuando después de unos meses Pelada falleció por un tumor que no sabíamos que tenía, Brando decayó aún más; y estoy segura que fue porque extrañaba a su amiga/hermana de toda la vida.
Y asi a mi cachorro color miel se le fueron yendo los años, nos alejamos en el 2005, cuando mamá compró otro departamento y fue encargado a mi abuelita. Ella tuvo su custodia desde ese entonces. Pero no había día que no vayamos en que Brando no nos esperáse en la puerta, siempre moviendo su colita remolino, e incluso en sus buenas épocas saltando como si quisiera darnos un abrazote de bienvenida. Brando fue adorado por todos, incluso por los vecinos que siempre se admiraban de su inteligencia. Talves desde ese entonces me perdí algunos días con mi Brandolino, pero ya los habiamos gozado tanto que él sabía que su rol era cuidar a la abuelita. Jamás se despegaba de ella, la acompañaba a la tienda y al mercado. Su compañero, nuestro compañero hasta el fin.
Dicen que los perros no viven tantos años, y eso es simplemente un mito. Mi Brando llegó a la vejez hace un par de años cuando aparecieron en sus patas sus primeras canas y cuando de pronto ya no tenía muelitas, pero fue recien que este año lo vimos cada vez más ancianito. Empezó con una catarata en el ojo izquierdo y luego empezó con cierto temblor en las patas traseras, sin embargo siempre estuvimos pendientes de que tuviése calidad de vida, tomaba calcio canino y lo bañaban cada 30 días. Sin embargo mi viejito cada día más se agotaba y lo aquejaba una tos aguda que no lo dejaba dormir bien. El doctor dijo que era hipertensión y empezó un tratamiento que solo agilizó lo que todos temíamos. El viernes pasado en la madrugada, nuestro viejito sólo daba gritos de dolor que nos desgarraban el corazón, un veterinario acudió a casa de mi abuela y nos dijo que Brando tenía los latidos del corazón cada vez más lentos y era a raiz de una cardiopatía severa que lo aquejaba. Nuestro viejito nos hizo sentir impotentes a todos, Nos inundó el alma de miedo por verlo partir. Al siguiente día todo era decisivo, si Brando amanecía igual debíamos tomar una decisión inteligente. Y eso no era más dejarlo ir en paz y sin más sufrimientos; asumo que era lo mínimo que podíamos hacer tras habernos acompañado durante estos 17 años y 10 meses.
Y así fue, Brando se fue a mejor vida el sábado 29 a las 10: 45 am. Antes de que se vaya, me despedí de él, le agradecí por haber sido parte escencial en mi vida. Me llené de tristeza y lloré, lloré tanto que sentí el corazón echo añicos. Pero hubiera sido peor haberlo seguido escuchando llorar de dolor y no poder hacer nada por él. Mi viejito se fue y hasta ahora se me salen las lágrimas cuando recuerdo todas mis anécdotas con él. Cuando llego a casa de mi abuela, se siente el vacío. Y solo me conformo con ver sus cenizas en la sala, porque es ahí donde lo tenemos, en una urna con su mejor foto haciéndonos recordar lo felices que eramos con él. Ahora todas nuestras mascotas están en el arcoiris de los animalitos esperándonos al otro lado del camino para acompañarnos en nuestra vida celestial (Asi siempre fue que lo imaginé).
Siempre estarás en mi vida viejito, siempre serás mi perrito.
Siempre te amaré.
Siempre te agradeceré por tanto.
Hasta siempre mi Brandito.
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